sábado, septiembre 22, 2007

El amor


Quizá este sea un tema demasiado complicado o profundo como para ventilarlo en unos cuantos párrafos, que es precisamente lo que pretendo hacer por ahora. Y también es cierto que se ha escrito ya muchísimo sobre el tema , pero no me resisto a dar unas pinceladas de mi propio pensamiento sobre ello.
Amor o dependencia. No puedo vivir sin ti, sin ti no soy nada, me moriría si te vas, solo soy feliz a tu lado, no te vayas nunca mi amor… no sólo las emisoras de música y las películas y teleseries de todo tipo nos bombardean constantemente con este concepto particular del amor. Incluso el lenguaje popular habla de media naranja, de personas que abandonan a su pareja, del insoportable dolor de la ruptura, etc. ¿Estamos hablando de amor? Más bien dependencia pura y dura, miedo a enfrentarse con uno mismo, evasión de la responsabilidad ante la propia felicidad, miedo a crecer.
Todos y todas somos ya naranjas completas por sí mismas. Por supuesto la vida es más divertida y plena cuando recorremos el camino o partes de él al lado de otras naranjas, pero sin perder de vista que incluso en nuestra soledad ya somos completas y completos.
Amor o sexo. Amor sin sexo, sexo sin amor, sexo con amor... sin lugar a dudas toda una estrella entre los debates contemporáneos de lo cotidiano. Para mí son cosas compatibles pero que pueden ir por separado porque son cosas distintas. Se puede montar en bicicleta a la vez que se escucha música, pero eso no quita que una cosa es montar en bicicleta y otra distinta escuchar música. Ninguna de las posibilidades tiene por qué ser un drama, siempre que se sepa a qué estamos jugando en cada ocasión.
Amor o imagen. Los guapos se juntan con guapas, los feos con feas y los normales con las normales. Es una constante que cualquiera puede comprobar dando un paseo por la calle, aunque como todas las reglas pueda tener sus excepciones aisladas (con o sin dinero de por medio). Hasta qué punto nos enamoramos de la otra persona tal como es en su completitud, y hasta qué punto nos enamoramos de su imagen, es decir, de cómo nos imaginamos que es… suena raro pero parece que nos enamoramos de nuestra mente, o más concretamente de un producto de nuestra mente, una imagen de la otra persona generada por nuestra mente… Cariño, has cambiado. No, cariño, es que ahora te das cuenta de cosas que antes no veías… se ha dicho que el enamoramiento es una enfermedad, una especie de locura transitoria. No sé si tanto, pero una pérdida sensible de la objetividad, seguro. Igual ahí está lo divertido del asunto, no digo que no.
Dependencia, sexo, imagen y muchos otros conceptos nada trascendentes ni especialmente centrales o importantes a la existencia están detrás de un gran porcentaje de las veces que por nuestra boca pronunciamos la palabra amor.
Dónde quedó por ejemplo el amor a la humanidad. Es natural y cotidiano amar a la pareja, a los padres, a los hijos, a los que comparten con nosotros una misma causa. ¿Estamos preparados para extender ese amor a todos los seres humanos, a todas esas millones de personas con las que no nos unen la raza, ni la ideología, ni la religión, ni la lengua, ni la cultura, ni la forma de entender el mundo y la vida?. Amor al planeta que nos sustenta. ¿Entendemos la necesidad de amar a la Tierra que nos da todo, más allá de la obvia necesidad de mantenerla sana para poder seguir viviendo sobre ella?
Qué decir del amor a la sabiduría, a la verdad, a la realidad. En otros tiempos la filosofía, esa búsqueda inagotable de sentido hacia dentro y hacia fuera, fue una actividad básica de la condición humana, hoy relegada al cajón de lo aburrido, lo irrelevante, lo inútil.
En definitiva, para mí la forma suprema de amor es el amor a la vida. Esas ganas de vivir que salen de lo más profundo de nuestro ser, y que nos llevan a aprender y a crecer, a ayudar a los demás, a reivindicar serenamente lo que consideramos que son horizontes justos o con sentido. El amor en verdad es esa impresionante fuente de energía que lo mueve todo, y a su lado el amor romántico no es más que un reflejo débil de esa fuente, un peldaño de la escalera que está bien experimentar y reconocer, al que incluso es bonito entregarse de vez en cuando, pero al que no conviene quedar aferrado de por vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

este no parece escorpio